No amanece. Miro los platos apilados con los restos secos de la cena y escucho el zumbido de la nevera suspendido sobre nuestras cabezas. Él, al otro lado de la mesa, permanece inmóvil con la mirada fija en la cafetera. Sabe que si salimos ahora, esta cocina pasará a ser una especie de habitación estanca detenida en el tiempo, a la que ya nunca podremos entrar del mismo modo. Sabe que aquí, como en todas partes, las cosas son a la vez predecibles e insondables; una sucesión de platos por fregar, susceptibles también de ser estrellados contra el suelo.

LA LUZ DE LAS COCINAS   -CD ya a la venta-